jueves, 17 de septiembre de 2015

Toda nuestra esperanza está puesta en Cristo

El bienaventurado profeta Jeremías hace alusión a la vida evangélica y a la justicia en Cristo, diciendo a los amantes de la verdad: Paraos en los caminos a mirar, preguntad por la vieja senda: «¿Cuál es el buen camino?»; seguidlo, y hallaréis reposo. En efecto, las sendas y los caminos del Señor son las palabras de los santos profetas y la predicación, en sombras y figuras, de la ley de Moisés y del misterio de Cristo.

Así pues, escrutando estas sendas, acabamos por descubrir el buen camino, esto es, la institución de la vida cristiana, siguiendo la cual, encontraremos la verdadera y espiritual purificación de nuestras almas. Por eso dice que la senda del justo es recta.

¿Cómo no va a ser recta y llana, exenta de todo tipo de escabrosidades, si proclamando la palabra de la fe, somos justificados y, mediante el santo bautismo, quedamos amplia y perfectamente purificados? Pero la senda del justo es además recta por otro capítulo. Porque, una vez suprimidos los enemigos, derrocada la tiranía del diablo y superadas todas las dificultades, ¿qué es lo que en lo sucesivo puede obstaculizar o perturbar a los amantes de la piedad?

Pero considera cómo, una vez allanada la senda del justo, haya de procederse a anular los tipos y las figuras. Pues no dice simplemente: En la senda de tus juicios, Señor, es decir, no consiste en la inmolación de novillos, ni en el sacrificio de ovejas, ni en las libaciones o el incienso, sino más bien en el juicio, esto es, en la justicia. Porque la Escritura, redactada por inspiración divina, acostumbra a referirse a la justicia con el nombre de juicio, como hace, por ejemplo, el bienaventurado David: El honor del rey ama el juicio, esto es, la justicia.

Efectivamente, todo reino que ame la justicia goza de honor lo mismo ante Dios que ante los hombres. Por tanto, la senda del Señor es el juicio. Nuevamente introduce llenos de inmenso gozo a quienes han emprendido esta senda: Dice, en efecto: Te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo. Pues toda nuestra esperanza está puesta en Cristo, de quien además nos acordamos continuamente y le deseamos con ardor, pues en él hemos sido salvados.

San Cirilo de Alejandría
Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t 1: PG 70, 571-573)

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