miércoles, 1 de julio de 2015

Cristo es Rey, Cristo es Sacerdote: alegrémonos en él

Que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey. El Hijo de Dios que nos creó, se hizo uno de nosotros; y nuestro Rey nos gobierna, porque nos ha hecho nuestro Creador. El que nos hizo es el mismo que nos gobierna; de aquí que se nos llame cristianos, porque él es Cristo.

Cristo se llama así por el crisma, esto es, por la unción. Antiguamente se ungía a los reyes y a los sacerdotes: él fue ungido Rey y Sacerdote. Como Rey, luchó por nosotros; como Sacerdote, se ofreció por nosotros. Cuando luchó por nosotros se le tuvo por vencido, pero realmente venció. Pues fue crucificado, pero desde la cruz, en que fue clavado, dio muerte al diablo: por eso es nuestro, Rey.

Y ¿de dónde le viene el sacerdocio? De haberse inmolado por nosotros. Facilita al sacerdote lo que ha de ofrecer. ¿Qué hubiera encontrado el hombre para presentar como víctima pura? ¿Qué víctima? ¿Qué de puro puede presentar un pecador? ¡Oh inicuo! ¡Oh impío! Inmundo es cuanto aportes, y, no obstante, ha de ofrecerse por ti algo puro. Busca en torno a ti lo que has de ofrecer: no lo encontrarás. Busca entre tus bienes algo que ofrecer; no se complace en carneros, machos cabríos o toros. De él es todo esto, aunque tú no se lo ofrezcas. Ofrécele, pues, un sacrificio puro. Pero el caso es que eres pecador, eres impío, tienes la conciencia manchada. Podrías quizá ofrecerle algo puro, una vez purificado; mas para ser purificado, necesitas que algo se ofrezca por ti.

Y ¿qué es lo que vas a ofrecer por ti, a fin de quedar limpio? Si estás limpio, podrías ofrecer lo que es puro. Ofrézcase, pues, a sí mismo el sacerdote puro y purifique. Esto es lo que hizo Cristo. Nada limpio halló en los hombres que ofrecer por los hombres; se ofreció a sí mismo como víctima pura. ¡Feliz víctima, verdadera víctima, hostia inmaculada! Así pues, no ofreció lo que nosotros le dimos, sino que ofreció más bien lo que de nosotros asumió, y lo ofreció puro. En efecto, de nosotros tomó la carne, y fue la carne la que ofreció. Y ¿de dónde la tomó? Del seno de la Virgen María, para ofrecerla pura por los impuros. El es Rey, él es Sacerdote: alegrémonos en él.

San Agustín de Hipona
Comentario sobre el salmo 149 (6: CCL 40, 2182-2183)

No hay comentarios:

Publicar un comentario