lunes, 4 de marzo de 2013

El Hijo de Dios no rehusó la condición de esclavo


Y dijo Dios: Que exista la luz. Pero también el Hijo crea con sola su palabra, puesto que sosteniendo el universo, es decir, gobernándolo, conserva en el ser las cosas perecederas. Conservar el mundo no es menos importante que crearlo; y puestos a darles el calificativo de admirable, conservar es más admirable que crear. Pues crear es sacar algo de la nada; conservar en la existencia las cosas creadas, siempre propensas a la aniquilación, y mantener unidos elementos entre sí dispares, es algo realmente grande y admirable e indicio de gran poder.

Sosteniendo o llevando. Aquí indica que no es pequeño todo lo creado, pero esto en sí grande es para él una nonada. Y a continuación nos enseña nuevamente que esto lo hace sin esfuerzo, diciendo: con su palabra poderosa. Acertadamente dice con su palabra, pues como en nosotros la palabra es algo sutil y tenue, debía puntualizar que en Dios la palabra no es sutil ni tenue. Y así como Juan dice: En la palabra había vida, significando la fuerza y el poder de conservar en el ser, ya que él es la vida de todas las cosas, así también Pablo dice: sosteniendo el universo con su palabra poderosa. El, dice, realizó la purificación de los pecados.

Después de haber hablado de las cosas grandes y admirables concernientes a la conservación y gobierno del universo, pasa a tratar de la solicitud de Dios para con los hombres. Y aunque aquél «sosteniendo el universo» es una expresión general y globalizadora, esta de ahora es de mayor alcance: pues en realidad es también una expresión general y globalizante, ya que, por lo que a él atañe, vino a salvar a todos.

Lo mismo hace Juan: habiendo dicho: en la palabra había vida, refiriéndose a su providencia, luego añade: y la vida era la luz, aclarando lo dicho: y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas. En este texto señala las dos pruebas máximas de su amor providente: que realizó la purificación de los pecados, y que esta purificación la realizó por sí mismo.

Y en muchos pasajes puedes comprobar que se gloría no sólo de habernos reconciliado con Dios, sino además de que esta reconciliación la realizó por medio del Hijo. Por eso, habiendo dicho: está sentado a la derecha y habiendo realizado la purificación de los pecados, y hecha una alusión a la cruz, habla seguidamente de la resurrección y de la ascensión.

Sabiendo esto, no debemos avergonzarnos lo más mínimo ni enorgullecernos. Pues si él, siendo Dios y Señor e Hijo de Dios, no rehusó la condición de esclavo, con mucha mayor razón debemos adaptarnos a todo, por abyecto y humilde que sea.

San Juan Crisóstomo, Homilía 2 sobre la carta a los Hebreos (3: PG 63, 23.24-25)

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