martes, 29 de enero de 2013

El sufrimiento cambia el mundo


A los que llamó, los justificó. Los justificó por el baño regenerador. A los que justificó, los glorificó. Los glorificó por la gracia, por la adopción. ¿Cabe decir más? Que es como si dijera: No me hables más de peligros ni de insidias tramadas por todos. Pues si es verdad que hay quienes' no tienen fe en los bienes futuros, no pueden negar sin embargo la evidencia de los bienes ya recibidos: por ejemplo, el amor que Dios te ha mostrado, la justificación, la gloria.

Y todo esto se te ha concedido en atención a lo que parecía molesto: y todo aquello que tú considerabas deshonroso: cruz, las torturas, las cadenas, fue lo que restableció el orden en todo el mundo. Y así como él se sirvió de su pasión, es decir de aquello que se presentaba como sufrimiento, para restablecer la libertad y la salvación de toda la naturaleza humana, así obra contigo: cuando sufres, se sirve de este sufrimiento para tu salvación y para tu gloria.

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién no está contra nosotros?, se pregunta. Pues hemos de admitir que todo el mundo, dictadores, pueblos, parientes y conciudadanos están contra nosotros. Sin embargo, todos esos que están contra nosotros están tan lejos de hacernos mal que hasta son agentes involuntarios de nuestras victorias y de los beneficios mil que nos vienen, pues la sabiduría de Dios troca sus asechanzas en salvación y gloria para nosotros.

¿Ved cómo nadie está contra nosotros? Pues lo que más renombre dio a Job fue precisamente que el diablo en persona tomó las armas contra él: se valió contra él de sus amigos, de su esposa, de las llagas, de los criados, urdiendo contra él mil otras maquinaciones. Y no obstante no le sucedió ningún mal. Si bien todo esto, con ser una gran cosa, no es la mayor: lo realmente extraordinario es que todo esto se trocó en bien y en una ganancia. Como Dios estaba de su parte, todo lo que parecía conspirar contra él, cedía en favor suyo.

Les pasó lo mismo a los apóstoles: judíos, paganos, falsos hermanos, príncipes, pueblos, hambre, pobreza y otras muchas cosas se pusieron en contra suya. Pero nada pudo contra ellos. Y lo más maravilloso era que todo esto les hacía más espléndidos, ilustres y dignos de alabanza ante Dios y los hombres. Por eso dice: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

Y no contento con lo dicho, te pone en seguida ante la mayor prueba de amor de Dios para con nosotros, prueba sobre la que insiste una y otra vez: la muerte del Hijo. No sólo —dice— nos justificó, nos glorificó y nos predestinó a ser imagen suya, sino que no perdonó a su Hijo por ti. Por eso añadió: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Cómo podrá abandonarnos quien por nosotros no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros? Piensa en el gran peso de bondad que supone no perdonar asu propio Hijo, sino entregarlo y entregarlo por todos, por los hombres viles, ingratos, enemigos y blasfemos. ¿cómo no nos dará todo con él? Es como decir: si nos ha dado a su Hijo, y no sólo nos lo ha dado, sino que lo entregó a la muerte, ¿cómo puedes dudar de lo demás, si has recibido al Señor? ¿Cómo puedes abrigar dudas respecto a las posesiones, poseyendo al Señor?

San Juan Crisóstomo, Homilía 15 sobre la carta a los Romanos (2: PG 60, 542-543)

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